Relato de Matías de Stefano
«A lo largo de mi infancia, 15 hadas me visitaban semanalmente y compartían conmigo sus conocimientos y diversiones. Una de ellas, era mi Guía, encargado de mi etapa infantil entre los 3 y los 12 años de edad. Su nombre era Kuen, y me enseñó a recordar muchas de las cosas que hoy puedo explicarles a ustedes.
«Una noche, me hizo recostarme en mi jardín y contemplar el cielo estrellado, y él recostado sobre mi pecho me contó algo que me hizo ver la realidad de una forma muy diferente desde mis 9 años.
«Kuen: ¿sabes por qué brillan las estrellas?
«Yo: el abuelo decía que porque están compuestas por muchos químicos y gases…
«Kuen: sí, eso está claro, pero además, es para que todos podamos leer su información. La información viaja a través de la Luz, así, el Universo hizo que los portales de la información se iluminen para que todos podamos encontrar el camino a un lugar que de otra forma no podríamos ver.
«Yo: ¿por qué no podríamos verlo?
«Kuen: porque la Verdad no se puede ver, pues yace en el Vacío. Observa bien. La verdad es la que contiene a la información. Las estrellas son como las palabras en un libro, pero, de qué sirven las palabras sueltas sin su contexto y contensión?
«Yo: No podríamos agarrar el libro ni entenderlo.
«Kuen: exacto. Por eso, las personas se asombran del brillo de las estrellas, cuando la Verdad yace en el espacio oscuro. Si pudieras ver la verdadera Red de información, todo sería al revés: el espacio brillaría, y las estrellas serían puntos negros en el cielo.
«Yo: wow, o sea que, todo lo que está oscuro tiene luz, y toda luz, oscuridad.
«Kuen: por ello, los mundos como los tuyos, para nosotros son mundos iluminados, pero que se ven oscuros y densos, sólo por una única razón.
«Yo: ¿cuál?
«Kuen: ¿Cómo puedes descubrir la Verdadera Luz que yace en las cosas, si te ciegas por su luz exterior? Por ello, Matu, cuando veas las palabras del Universo brillar a tu alrededor haciéndote ver como una mota oscura en la materia, recuerda que sin tu presencia, el libro no podría leerse, y jamás cobraría sentido alguno… Así que… ¡BRILLA!»