El mundo aún guarda un antiguo encanto.
Sugiere viajes a dominios invisibles que no están en los mapas.
Hubo un tiempo en el que las distancias entre nuestro mundo y los que considerábamos «imaginarios» no eran más que un recodo del camino. Cada caverna y cada árbol hueco era una puerta a otro mundo.
Los humanos reconocían la vida en todas las cosas.
Los arroyos cantaban y los vientos susurraban antiguas palabras a los oídos de quienes quisieran escuchar.
Cada brizna de hierba y flor tenía una historia que contar.
En un abrir y cerrar de ojos, uno podría explorar mundos y buscar conocimientos que iluminaran la vida.
Las sombras no eran solo sombras, y los bosques no eran solo árboles, y las nubes no sólo eran bonitas.
Había vida y propósito en todas las cosas y había una interacción amorosa entre los mundos.