Abeto

Cuando vuelves a una nueva vida, en un nuevo cuerpo, eres pequeño y vulnerable y tu supervivencia depende de los cuidados de quienes eres objeto mientras tu cuerpecito se refuerza y crece.

Ello vale para todos los recién nacidos, también en el mundo animal y vegetal.

Cuando acaban de llegar a este mundo los cachorros vegetales, animales y humanos muestran todos una fragilidad parecida y particular. Y necesitan amor para crecer y desarrollarse armoniosamente. En esta situación dependes totalmente de quien se ocupa de ti y de quien te cuida, mientras que tú, con todo el derecho, sólo eres conscientes de tu deseo de sobrevivir.

No obstante, hay en ti una fuerza que te empuja pronto a perseguir tu propia autonomía porque, aún sin ser consciente de ello, sabes que tienes una meta y que, para alcanzarla, tienes que tomar conciencia de tu individualidad y, por tanto, adquirir la independencia.

La amorosa energía de la dríade del Abeto viene a recordarte que te atrevas a derribar las murallas de tu fortaleza, de lo que llamas tu personalidad para descubrir tu luminosa individualidad.

No delegues en otros la solución de tus sufrimientos porque tú mismo tienes el potencial necesario para curarte, para acordarte de ti y de quien eres para salir de los límites de lo que temes no llegar a ser.

Vive cada día de tu vida como el día perfecto para atreverte un poquito más. Para quitar otro ladrillo de la pared que has levantado viviendo lo que la Luz, que por fin puede pasar, viene a iluminar en ti.

Tu libertad de elegir sólo se da en la verdadera independencia porque te vuelves responsable, según la ley del Amor que te inspira: la que te animó a a atreverte.

Entonces, el vínculo que une todas las cosas, un ser con otro, haciendo que hasta la cosa más pequeña dependa de otra, ya no es una cadena que te ata sino una corriente de participación en la Vida, en la que ya no eres un figurante sino un protagonista.