Hadas del Invierno

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Las hadas del invierno peinan una larga cabellera azul noche profunda que sujetan con estrellas de hielo y cubren coquetamente con leve tocado de gasa gris humo de chimenea.
Lucen piel de plata y ojos de acero puro.
Suelen vestir de añil o de blanco, con tupidas capas de armiño ribeteado de terciopelo celeste.
Y usan unos largos guantes de seda brillante, abotonados con hexágonos de nieve.

Se mueven de noche, silenciosas, deslizándose sobre el hielo de los lagos, contemplándose en los espejos de las charcas dormidas, paseando por el bosque, sin palabra, eligiendo a las víctimas de sus besos entre los árboles más débiles. Y bajo el peso de sus caricias, se quedan entumecidas las ramas y crujen; desgarradores quejidos sin respuesta.

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Y ellas sonríen.
Porque ellas son fuertes, resistentes y conocen todos los secretos. Y ya nada las sorprende.
Ni los secretos de los humanos.
Son las que mejor conocen al ser humano.

Son las hadas de los contrastes:
Son insensibles, frías, silenciosas y, sin embargo, nos traen el bullicioso calor casero, calor de familias que en sus fechas se buscan para compartir recuerdos, repartir besos atrasados y transmitir sus ritos.

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Pero sólo los niños las quieren, jugando con sus risas nevadas y sus bromas de patinaje; y esperando sus sorpresas de año en año.
Y ellas las traen: con ciudades y casas decoradas con carcajadas de colorines brillantes, regalos cerca de un abeto que ellas ornan con bayas rojas robadas al acebo, alegría infantil y ruidosa de zambombas y panderetas y soplos de vaho maravillado encima de las bufandas.

Imagen relacionadaSon guapas y distantes.
El sol se torna pálido para dejarlas disfrutar un rato de la naturaleza. Para que luzcan ellas.
La luna las ama, brillando con más nitidez en su cielo nocturno, reflejándose, coqueta, en cada copito de su nieve que añade estrellas bailarinas y caprichosas al séquito de la reina selenita.
La tierra disfruta con ellas, las recibe con gozo, hinchándose de aguas futuras… Año de nieves…

Son alegres y serias.
Nos regalan noches largas para festejar. O para refugiarnos en lo más profundo de nuestras almas, cobijo interior, reposo donde tomar impulso para la próxima vuelta de la rueda sin fin, para encarar con templanza la llegada de las amigas del sol: las despreocupadas e ingenuas hermanas verdes que pronto se asomarán, haciéndoles burla.
Pronto asomarán…primero tímidamente, vacilantes, indecisas y luego con aplomo impertinente.
Asomarán en cuanto ellas, hadas azules, dejen caer lentamente su capa de armiño en gotitas cristalinas y cantarinas…

Fuente: vardablog.wordpress.com

Caillech, Reina del Invierno

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Antiguamente, en Escocia durante la víspera de Shamain, Caillech la reina de las hadas de invierno, releva a Carlín en el gobierno de la Naturaleza.

Poco a poco, el paisaje otoñal, iba dejando paso a los vientos fríos, la escarcha y los hielos de invierno. Las altas cumbres se cubrían de nieve y todo parecía entrar en un profundo letargo, hasta el despertar de Beltane, la festividad del fuego.

Cada año, el llegar del invierno es un momento mágico y hermoso. El suelo se endurece con el hielo y Caillech se adueña de los campos y de las montañas silenciosas, solo perturbadas por el silbido del viento y cubre el paisaje con un manto blanco.

 En algunas planicies nórdicas, Caillech se conoce con el nombre de Reina de las Nieves. De ella se dice que es fría e implacable y que conduce un trineo blanco arrastrado por dos corceles blancos a través del solitario invierno. En Alemania, la estación invernal está gobernada por la amable Frau Hölle, que todos los años sacude su edredón con fuerza, las plumas salen de su interior y se convierten en pequeños copos de nieve a medida que van cayendo al suelo. En Rusia, en cambio, el dueño y señor del invierno es el padre frío, que agita los vientos y las tempestades de nieve sobre las grandes estepas, con una furia inusitada.paisaje invernalCaillech, se sirve a menudo de su corte de hadas y elfos para realizar sus tareas invernales. Las Villas por ejemplo, salvan a los hombres que se extravían en las altas cumbres nevadas y algo parecido sucede con los Barbegazi, que hacen sonar un potente cuerno para advertir a los hombres y a los animales del peligro de los aludes que están a punto de desprenderse.

En algunos lugares Caillech, se presenta como una bruja de larga cabellera blanca y el rostro azulado por el frío; en algunos relatos del suroeste de Munster, se cuenta que, mediante un hechizo, Caillech se convierte en una hermosa joven al llegar la primavera. Los hombres de hielo, súbditos de Caillech, tienen los pelos de las barbas y las uñas de los dedos como afilados carámbanos de hielo, y su aliento levantan furiosas ventiscas. Su carácter frío  puede ser peligroso para los humanos, pues si se enojan pueden convertirlos en témpanos de hielos o muñecos de nieve.