Elemento Agua con la Madre Tierra

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Hay una estrecha influencia entre lo que pasa en nuestro interior y lo que se manifiesta en el exterior. Haciéndonos responsables y modificando…

  • nuestros pensamientos (elemento aire),
  • nuestras emociones (elemento agua),
  • nuestros actos y obras (tierra)
  • y cuidando nuestra parte espiritual (fuego),

cuidamos nuestro ser y, como consecuencia, esto se refleja, directamente, en el planeta entero. Como es arriba, es abajo. Como es adentro, es afuera.  Somos un microcosmos dentro de un Macrocosmos y podemos transformar considerablemente nuestro entorno, impidiendo que vayan a él nuestras impurezas personales, nuestra toxicidad individual y colectiva, primero en la imaginación y después, como experimentamos con la respiración cutánea de los elementos, de una manera material y física.

MEDITACIÓN DEL AGUA

Sentad@s y en una postura cómoda, comenzamos a realizar varias respiraciones profundas, que nos van apartando del ruido del mundo y nos van adentrando en el silencio interior. Con cada inspiración tomamos la calma y con cada espiración sacamos la tensión, el malestar o la incomodidad.

Visualizamos unas poderosas y fuertes raíces que salen de la planta de nuestros pies y se dirigen, atravesando el suelo que pisamos hacia el centro de la Tierra, donde se encuentra el núcleo de hierro central del planeta, el corazón cristalino de Gaia.

Observamos durante unos instantes nuestro corazón, sentimos su pulsar continuo y rítmico, que nos ayuda a entrar más y más en el estado meditativo, a medida que acompasamos la respiración con su latido, un latido que es el de la Madre Tierra. Cada pulsación nos recuerda que estamos viv@s, que todo está vivo a nuestro alrededor, que la Vida nunca acaba y siempre se expande, que nuestras pulsaciones están unidas a millones y millones de pulsaciones, aquí y en el Cosmos entero. Nos damos cuenta ahora que nuestro corazón tiene una puerta, la abrimos y vemos que es de color azul oscuro, como el cielo nocturno, y está plagada de estrellas que brillan y llenan la estancia de luz. Empujamos con suavidad la puerta y pasamos a una parte aún más interna de nuestro corazón, allí donde permanentemente habita la presencia divina en cada un@ de nosotr@s, allí donde está nuestra genuina esencia, allí donde está el ser que verdaderamente somos y debemos llegar a ser.

Permanecemos unos instantes en esta contemplación, respirando pausadamente, absorbiendo el amor que hay ahí, dando las gracias por estar viv@s y observando cómo se manifiesta Dios ante nosotr@s en ese lugar, de una manera diferente y única para cada un@.

Ahora, que estamos llen@s del amor divino y que hemos recordado nuestro origen, imaginamos todas las partes del planeta en las que hay agua: mares, ríos, arroyos, cascadas…,  completamente limpios, llenos de peces de multitud de formas y colores, llenos de plantas marinas y acuáticas, de piedras… Todas las aguas son tan cristalinas y puras que podemos mirarnos en ellas como en un espejo… Podemos disfrutar del tranquilo fluir de los ríos, del mar que llega a la orilla y se vuelve a marchar, del sonido de las fuentes vertiendo sus aguas para que las bebamos…, unas aguas que nunca hemos bebido, con un sabor especial, que nos alimentan con sólo beber algunos sorbos, que nos limpian, que nos purifican, que nos ayudan a fluir con ella…  Vemos también a todos los seres del agua: ninfas de los ríos y fuentes, sirenas y tritones, ondinas, delfines, ballenas… saltando y jugando con libertad y alegría. Nosotr@s también somos agua: en la sangre, en la linfa, en los jugos y secreciones, en el cuerpo celular, en las emociones y en los sentimientos… Protegiendo todas las aguas: particulares y universales, y a todos los seres acuáticos, está el Arcángel Gabriel, el Poderoso de Dios y el Guardián de la Puerta del Oeste. También vemos a Niksa, el Rey de los espíritus elementales del agua, custodiando y presidiendo a sus seres. Saludamos a todos y les damos nuestra palabra de colaborar con ellos para que las aguas se mantengan tan limpias y cristalinas como están ahora.

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Agradecemos al Espíritu del Agua por ser parte de esta maravillosa creación en la madre Tierra.

Ahora nos preparamos para recuperar nuestro estado de conciencia habitual. Nos concentramos en la respiración y nos dirigimos hacia la puerta que nos llevó hasta la parte más profunda de nuestro corazón. Una vez ante ella, la empujamos ligeramente y la atravesamos. Entramos al centro de nuestro corazón que es el centro del corazón de la Energía Creadora.

Hacemos varias respiraciones profundas y cuando lo consideremos oportuno, abrimos los ojos y terminamos la meditación.

Finalmente damos las gracias por la experiencia y agradecemos la compañía de los Seres de Luz y a los Seres de la naturaleza que nos han acompañado a lo largo de ella.

¡Que la Magia Amorosa de la Naturaleza Transforme tu Corazón!